Museo de Man: La curiosa historia del "alemán de Camelle"

Museo de Man: La curiosa historia del "alemán de Camelle"

Enamorado de esta zona costera, su historia deja un reflejo de su perfecta armonía con la naturaleza

Galicia es una comunidad repleta de encanto. Son muchos los paisajes que quedan grabados en las retinas de aquellos afortunados que han podido recorrerla y, por supuesto, muchos los lugares que han llamado tanto la atención de los viajeros que no han podido desprenderse de esta. De hecho, hay un caso en especial que ha conseguido dar la vuelta al mundo, tal y como demuestra el Museo de Man.

Muchos años atrás, un joven alemán llamado Manfred Gnädinger (Man) quedó maravillado en su visita a Camelle. Esta zona costera maravilló a este hombre que tomó la gran decisión de quedarse a vivir por aquel lugar con un claro compromiso: garantizar la perfecta armonía, siguiendo así las características propias de este maravilloso lugar donde mar y rocas encuentran el perfecto equilibrio y que, a su vez, quiso exponer en sus obras.

Imagen de Amaianos | Wikicommons

La historia del “alemán de Camelle”


Manfred nacía en 1936 en Radofzell, dentro de una familia acomodada donde resultaba ser el menor de 7 hermanos. Con 14 años iniciaba sus estudios en pastelería, lo que le llevaba a trabajar en prestigiosos locales de Suiza. Lamentablemente su historia se tiñe de dolor cuando a sus 16 años, cuando todavía trabajaba en Suiza, fallece su madre. Tras este duro golpe, el joven alemán comenzaba a interesarse por el arte y su mente inquieta empezaba a dejar volar su imaginación y creatividad.

A sus 25 años regresa a su pueblo natal donde no pasaría mucho tiempo pues, ante la falta de su madre, comienza a charlar con una señora mayor que es de Muxía y que le habla de Costa da Morte, las piedras, el mar y toda su historia, algo que resultaba realmente apasionante para Man. Por ello, con sed de aventura, comienza su viaje por Francia y el norte de España hasta llegar a la playa de Traba, donde comienza un nuevo camino que le lleva a Camelle.

Su llegada a Camelle se produce durante el día de la fiesta de 1962. Las maravillas de este lugar hicieron que su viaje se detuviera, dejando atrás su plan de llegar hasta Muxía. Fascinado, tomó sus mejores ropas y trabó una gran amistad con la familia Baña Heim, los únicos que sabían alemán y quienes no dudaron en alquilarle una pequeña casa de piedra a la entrada del pueblo, donde comienza su evolución interior. Eso sí, con un camino que le llevó a pintar las paredes de negro y recoger todo tipo de objetos, obteniendo por parte de los caseros un aviso de que no podía seguir por ese camino.

Imagen de Amaianos | Wikicommons

El nacimiento de un arte que no debe ser olvidado


Tras el aviso, Man desaparece. Eso sí, su regreso se produce dos días después, momento en el que aparece vestido únicamente con un taparrabos. En ese instante, compra un terreno en la punta del muelle y ahí comienza la construcción de su caseta, la cual se encontraba en perfecta comunión con la naturaleza, sin electricidad ni agua. Un lugar en el que, a partir de los años 70, comenzó a ver su gran obra.

El círculo y los colores básicos son una parte fundamental de su arte, manteniendo la mayor parte de sus obras en su jardín-museo alrededor de la casa y al aire libre. Eso sí, lo que destaca es que no solo se limitó a la pintura, sino que llegó a tocar escritura y fotografía con una sorprendente calidad. Todo mientras mantenía un equilibrio con la naturaleza, plantando su propio huerto y manteniendo una dieta vegetariana.

Con el paso de los años logró una paz interior que expuso en cada una de sus obras y, a cada uno de los visitantes que se acercaban a observar su estilo único, no dudaba en pedirle que realizara un dibujo en una de sus libretas. ¿Por qué? Era su forma de relacionarse con los demás ya que, según la opinión de Man, en cada papel está el alma de cada uno y su objetivo era el de hacer un gran rascacielos con todas ellas.

Lamentablemente su muerte llegó en 2002, poco después del terrible suceso del Prestige que llegó a afectar a sus obras. El museo sirve como un recuerdo de este artista único y donde se encuentran obras repletas de color y numerosos círculos que representan el ciclo continuo de la vida.